Inteligencia inconsciente * Por William James Sidis


                                                         

Traducción de un texto en inglés acerca de la naturaleza de la conciencia o de la mente. En 1914 cuando contaba con sólo 16 años ya se había graduado en medicina y era experto en matemáticas aplicadas. Sería también antropólogo, matemático, lingüista, escritor y activista por la paz, a la vez que hablaba a la perfección 40 idiomas. Era considerado el "hombre más inteligente del mundo" de su época.
Este autor, cuya identidad no figura en la tabla de contenidos del texto fuente ( https://www.sidis.net/uncon3.jpg) ni en otros muchos escritos fascinantes, tenía una particular concepción de lo que significaba ser autor, dueño o protagonista de ideas, lo que podría explicar su predilección por el anonimato.
Hijo del psicólogo Boris Sidis —un padre estricto según las biografías— y de la médica Sarah Mandelbaum, su madre, fue bautizado William James Sidis en honor al famoso filósofo y pionero de la psicología estadounidense, amigo cercano de su padre. Su vida privada estuvo profundamente condicionada por las expectativas de sus padres, quienes habrían restringido sus relaciones interpersonales.
Además, fue incomprendido por una absurda corriente antiintelectual del público de su tiempo, lo que marcó su trayectoria personal y profesional. Falleció a los 46 años de una embolia, al igual que su padre.


Apéndice IV, Sintomatología, psicognosis y diagnóstico de enfermedades psicopáticas, por Boris Sidis, Ph.D., M.D. Boston: Badger, 1914, 432-439. 

El tema que vamos a tratar aquí es la explicación de ciertos hechos psicológicos sobre la base de métodos lógicos. Se han observado ciertas acciones que parecen indicar inteligencia, pero que se supone que no son fenómenos de la conciencia. Para poder tomar una decisión sobre tales afirmaciones (en las que debo suponer que los hechos alegados por ambas partes son correctos) debemos tener una idea general de los métodos que vamos a utilizar.

El primero de estos métodos es el método del isomorfismo. Éste depende de la suposición de que, si en dos hipótesis las consecuencias son las mismas, las dos hipótesis pueden considerarse idénticas a todos los efectos de razonamiento ulterior. En otras palabras, no tiene sentido establecer distinciones arbitrarias cuando en realidad no existen. Cuando razonamos a partir de una hipótesis, sus consecuencias entran en juego en cada paso del razonamiento; y si esas consecuencias son las mismas, todo razonamiento será el mismo y, por lo tanto, no puede establecerse realmente ninguna diferencia. Una vez más, una cuestión de decisión entre dos teorías cuyas consecuencias son y deben ser las mismas tiene que ser necesariamente una cuestión de la que no se pueda obtener ninguna prueba y, por lo tanto, es una cuestión que no puede discutirse en absoluto. Es como la vieja cuestión del hombre y el mono: "Si un mono está en un poste, enfrentándose constantemente a un hombre que camina alrededor del poste, ¿ha dado el hombre una vuelta alrededor del mono?"

Ahora podemos proceder a aplicar este método de isomorfismo. Hay dos teorías para explicar ciertos fenómenos psicológicos llamados fenómenos del subconsciente. Una de ellas es que hay una conciencia que realiza todos los actos de inteligencia que se llaman subconscientes; la otra teoría afirma que estos actos son el resultado de una inteligencia inconsciente, que consiste en procesos puramente fisiológicos. De la última de las dos teorías mencionadas se desprende que no hay una diferencia esencial entre las propiedades de la inteligencia inconsciente y las de la conciencia. Ciertos hechos de mi propia experiencia personal prueban que, al menos en mi propio caso, esta "inteligencia inconsciente" puede leer y recordar. En marzo de 1911, mientras caminaba por una calle, de pronto comencé a pensar en la Eneida de Virgilio, y mi atención se fijó en la expresión "alma Venus" que recordaba haber leído en ese poema. En esa expresión pensé particularmente en el significado de la primera palabra. Después de unos minutos (mientras todavía estaba en la misma cuadra) comencé a preguntarme por qué pensé en esa expresión tan repentinamente. Mirando a mi alrededor, descubrí que, entre las cosas en el campo visual que no había notado, había un edificio de apartamentos llamado "El Alma". Ciertamente no tenía conocimiento del proceso que sé que debe haber ocurrido, a saber, la lectura de la palabra, el recuerdo de que era latín y el recuerdo de la expresión particular en la que aparecía. Por lo tanto, dado que este proceso había ocurrido, y no estaba dentro de mi conciencia, era evidentemente un proceso subconsciente. En consecuencia, la "inteligencia inconsciente" dentro de mi cerebro puede leer y recordar, y además, puede recordar durante medio año, ya que había pasado ese tiempo desde que había visto ese pasaje de Virgilio.

 

En agosto de 1913, me encontraba paseando por una plaza en la que había una librería. La librería se encontraba a cierta distancia de donde yo caminaba, de modo que no podía percibir razonablemente lo que había en el escaparate sin mirar con mucha atención. Esa noche soñé que veía un libro con letras borrosas en la tapa. Por la mañana, al pasar más cerca de la librería, encontré en el escaparate un libro con exactamente el mismo tipo de tapa que el libro del sueño. Esto demuestra que debo haber visto ese libro la tarde anterior, pero ciertamente no lo noté. Debo haberlo visto subconscientemente, y mi "inteligencia inconsciente" lo recordó al menos hasta las dos de la mañana, cuando ocurrió el sueño. La aparición del libro en el sueño muestra además que el recuerdo no era sólo del hecho de haberlo visto, sino también del aspecto del libro: incluso las letras borrosas en el sueño probablemente se debían al hecho de que había pasado por la librería desde lejos.

 La "inteligencia inconsciente" puede recordar y razonar, es decir, posee las dos propiedades más características de la conciencia. El subconsciente, según los hechos que coinciden en ambas teorías, también puede realizar toda clase de acciones y adaptaciones inteligentes. Así, hace poco, repetía dos estrofas de un verso que no podía haber compuesto nada más que mi subconsciente. Vemos, pues, que una "inteligencia inconsciente" de este tipo no difiere en nada de una conciencia normal, salvo que sólo sé de ella a través de pruebas circunstanciales. Pero lo mismo puede decirse de la conciencia de otra persona: sólo a través de pruebas circunstanciales sé de ella. Tanto si la inteligencia sobre cuya naturaleza estamos discutiendo es consciente como si es inconsciente, Las consecuencias son las mismas en todos los aspectos, y por lo tanto, una "inteligencia inconsciente" de este tipo es, según la regla del isomorfismo, prácticamente idéntica a una conciencia que no necesita ser probada en el Tribunal Supremo de Psicología.

Sin embargo, cualquier identidad es reversible. Los partidarios de la teoría de la inconsciencia pueden entonces invertir fácilmente esta identidad y decir que la teoría de la conciencia real en los fenómenos en disputa debe ser idéntica a su propia teoría. Pero ¿en qué consiste esta identidad? Simplemente que, en la subconsciencia, están presentes todos los fenómenos que son concomitantes con la conciencia. Los puntos discutidos, como si estos fenómenos deben o no llamarse conciencia, pueden dejarse de lado por el momento como una nimiedad, ya que es una cuestión para un creador de diccionarios, más que para un investigador científico, definir el uso exacto de un término como conciencia. La disputa ahora sólo puede reducirse a la cuestión de si estos fenómenos, que son idénticos en todos los aspectos, deben asignarse a las mismas causas o a diferentes. Es decir, ¿son los fenómenos de la conciencia normal y de la subconsciencia manifestaciones de los mismos o de diferentes acontecimientos? Para llegar a alguna conclusión en este punto, debemos referirnos al supuesto de la uniformidad de la naturaleza, que está en la base de toda lógica inductiva, así como de toda ciencia.

Este supuesto es que los efectos que son esencialmente similares deben atribuirse a la misma causa. Sin esta proposición, la ciencia experimental no podría conducir a resultados en forma de leyes generales; una colección baconiana de hechos vacíos sería el único resultado posible, y toda ciencia tendría que ser meramente descriptiva. Podemos citar las palabras de Newton, quien expresó por primera vez este principio en forma definida en sus Principia (Liber iii, Regulae Philosophandi, Regula ii): "Ideoque effectuum naturalium eiusdem generis eaedem asignandae sunt causae, quatenus fieri potest. Uti respirationis in homine et in bestia; descensus lapidum in Europa et in America; Iucis in igne culinari et in sole; reflexionis lucis in terra et in planetis (Los efectos naturales del mismo tipo deben asignarse a las mismas causas, siempre que sea posible. Como la respiración en el hombre y en los animales; la caída de piedras en Europa y en América; la luz en el fuego de una cocina y en el sol; el reflejo de la luz en la tierra y en los planetas)."

 En la disputa que ahora nos ocupa, tenemos un caso en el que dos fenómenos son prácticamente similares en todos los aspectos esenciales y no tienen puntos de diferencia suficientes para justificar una diferencia en la explicación. Por consiguiente, como en el caso de la caída de piedras en Europa y América, los fenómenos de la conciencia y del subconsciente deben atribuirse a la misma causa. Puesto que de lo que dicen los defensores de la teoría de la "cerebración inconsciente" se desprende que uno de estos fenómenos se debe a la conciencia y el otro a una inteligencia inconsciente, del principio enunciado por Newton se sigue que su inteligencia inconsciente debe ser consciente. Es decir, los fenómenos del subconsciente se deben a una conciencia.

Podemos tomar la hipótesis cartesiana de los procesos fisiológicos como explicación del subconsciente. Aquí también podemos aplicar el principio de la uniformidad de la naturaleza, si los cartesianos acceden a ese canon lógico. Como los fenómenos de la conciencia son idénticos a los del subconsciente, debemos explicar todos los fenómenos mentales por estos mismos procesos; pues los cartesianos nos dicen que tal explicación es posible. Por lo tanto, quien explique los fenómenos del subconsciente por medio de procesos fisiológicos debe dar una explicación mecanicista de todos los fenómenos mentales. Por supuesto, si una persona desea considerar la relación de la conciencia con los procesos fisiológicos como la que existe entre el silbato y la locomotora, o como la que existe entre el bosque y los árboles, puede perfectamente hacerlo. Sin embargo, si esta hipótesis mecanicista fuera cierta, no habría diferencia entre los fenómenos de la conciencia y los de la subconsciencia. La teoría fisiológica, por tanto, prueba nuestra conclusión anterior, a saber, que los fenómenos de la subconsciencia se deben a una conciencia, que es fisiológicamente la misma que la conciencia normal.

Además, dado que los fenómenos de la subconsciencia son exactamente del mismo tipo que los de la conciencia ordinaria, ciertamente no podemos afirmar de manera consistente que hay inconsciencia para uno y conciencia para el otro. La existencia de una conciencia no se refuta por la falta de evidencia directa. No tengo evidencia directa de la conciencia de las personas con las que hablo; pero, sin embargo, actúan precisamente como si fueran conscientes, y por lo tanto me veo llevado a inferir que lo son. De manera similar, si veo acciones en mi propio cuerpo con las que yo mismo no tengo nada que ver (al menos aparentemente), pero que son precisamente ese tipo de acciones que son producidas por la conciencia, debo inferir que existe una conciencia más en mí. Llamar a una consciente y negar esa cualidad a la otra es introducir una diferencia donde no la hay; y negar la conciencia donde no hay evidencia directa para construir una especie de solipsismo. Debo concluir entonces con una observación de que una teoría como la de la "inteligencia inconsciente" no puede sostenerse lógicamente.

Uno de los partidarios de la teoría de la "inteligencia inconsciente" ha presentado un argumento que se supone es una prueba de la existencia de la inteligencia inconsciente. El argumento, hasta donde puedo entenderlo, es el siguiente: se observa una serie de acciones subconscientes y se ve que manifiestan todas las propiedades que se encuentran habitualmente en la conciencia. De manera similar, en los perros descerebrados se encuentran todas las acciones que se suelen llamar inteligentes. He aquí, pues, ejemplos de acciones inconscientes que muestran todas las propiedades de la inteligencia. Sin duda, tienen que llamarse inteligencia, porque hacer una diferencia es una mera "cuestión pragmática", y no tiene sentido lógico llamar inteligente a la acción consciente y no inteligente a otras acciones exactamente similares. Así pues, como estas acciones inconscientes son inteligentes, debe existir una inteligencia inconsciente.

En primer lugar, veamos cuál es la teoría opuesta. El subconsciente se ha explicado de dos maneras: según una de ellas, los fenómenos del subconsciente son manifestaciones de una conciencia que posee todos los atributos de la inteligencia y otras adaptaciones que posee cualquier conciencia, mientras que según la otra teoría, detrás de estos fenómenos hay una "inteligencia inconsciente" que tiene todas las propiedades de la inteligencia, pero que de una forma u otra no es consciente.

Con estas dos teorías opuestas en vista, podemos proceder a examinar el argumento. Las dos teorías coinciden en afirmar que los fenómenos del subconsciente son inteligentes y tienen todos los atributos que se suelen atribuir a la inteligencia. Las teorías difieren en cuanto a si los procesos que producen los fenómenos son conscientes o no. En consecuencia, un razonamiento que intente establecer la teoría de la "inteligencia inconsciente" probando que estos fenómenos son inteligentes simplemente está probando lo que ya se ha acordado; puede ser correcto en todos los sentidos, pero no viene al caso; es una conclusión irrelevante. Además, el razonamiento dice: Hemos demostrado que los fenómenos bajo observación, que son inconscientes, son inteligentes; por lo tanto, los procesos inconscientes pueden ser inteligentes. Expresado como un silogismo, esto se leería: Todos los procesos en estos experimentos son inteligentes; todos los procesos en estos experimentos son inconscientes; por lo tanto, algunos procesos inconscientes son inteligentes. Esto puede parecer un razonamiento perfectamente lógico, y de hecho lo sería si ambas premisas fueran aceptables. Pero examinemos la segunda premisa. Afirmar que todos los procesos que se observan en los experimentos mencionados son inconscientes es asumir precisamente el punto en cuestión, de modo que simplemente estamos probando lo que hemos supuesto. En lo que respecta a la opinión particular de la acción consciente en tales casos, el argumento presentado contiene no sólo una conclusión irrelevante, sino también una prueba circular. El argumento es culpable al menos de esta doble falacia.

Además, el argumento, si se lleva a su conclusión lógica, refutaría su propio resultado; y podemos tomar este argumento como una excelente refutación de la teoría que se pretendía probar. Nuestro defensor de la "inteligencia inconsciente" ha afirmado que los procesos conscientes no son en modo alguno diferentes de los procesos subconscientes o de las acciones de los perros descerebrados. Por lo tanto, concluye, es una mera "cuestión pragmática" si debemos o no llamar a una de estas clases de acciones inteligentes y a la otra no inteligentes, ya que no hay ninguna diferencia real entre los dos tipos de acciones. Sustituyamos a lo largo de todo el argumento el término "inteligente" por el término "consciente". Es, entonces, una mera "cuestión pragmática" si debemos o no llamar a una de estas clases consciente y a la otra inconsciente, ya que no hay ninguna diferencia real entre los dos tipos de acciones. Si el argumento sobre la inteligencia es válido, el argumento sobre la conciencia también debe serlo. En consecuencia, llevando este argumento a su conclusión lógica, deducimos que no sólo la clase de acciones llamadas subconscientes, sino también las acciones de los perros descerebrados, son acciones conscientes. No podemos decir que ni los procesos subconscientes ni los perros descerebrados sean inconscientes, según el resultado lógico del argumento presentado por el partidario de la "inteligencia inconsciente"; Por el contrario, debemos deducir que existe una conciencia que causa todas las acciones subconscientes, y que la conciencia de los perros no depende de la presencia de la corteza. La primera de estas conclusiones del argumento que hemos adoptado es la única que es importante para nuestro pensamiento.

Acerca de la vida privada de W.J.Sidis

https://www.themarginalian.org/2022/06/09/the-animate-and-the-inanimate-william-james-sidis/

https://es.wikipedia.org/wiki/William_James_Sidis

Vast - Sitio de Filosofía, ensayos y humanidades

https://www.muyinteresante.com/historia/35956.html

Comentarios